Como los campesinos, siempre estamos mirando al cielo y a la
tierra, y como para ellos casi ningún año es bueno. Pero fiel a su cita, mayo,
nos depara unos días de placer, aunque sea fugaz, como las flores de la peonía
silvestre.
Inevitable pensar en Machado, Don Antonio, y aun siendo más
prosaicos, nuestro corazón y nuestra cesta, siempre esperan otro milagro de la
primavera. Y este año, aunque pronto se ha torcido, nos deparó unos días de
setas y flores (también de vino, pero el “priorat” no estaba en el campo, sino
en nuestra nevera de campo).
Si un canto me conmueve es el del ruiseñor en la
noche cerrada en un árbol del huerto, mientras se oye a los autillos de fondo,
y por la mañana la oropéndola, oro y negro con su silbido incitante, y los
abejarucos haciendo honor a su nombre (“picabejeros” en mi pueblo) y, por si
fuera poco, “el cuco cantando el miedo nos quitó”, mientras los mirlos montan
una escandalera al sorprenderlos en el matorral.
Perretxikos, o seta de San Jorge (Calocybe gambosa), colmenillas (Morchella
esculenta), seta de las ardillas (Hygrophorus
marzuolus), y algunas variedades más (pedos de lobo, entolomas,
champiñones…), hicieron de los últimos días de abril y primeros de mayo un
momento mágico, también en la cocina (tempuras y menestras) pues, a pesar de lo
que piensen algunos, la ciencia si no acabamos haciendo la vida más placentera
no serviría de nada.
Cuanta poesía, que bonitas las fotos y que pinta más buena tienen esos platos! Todo un placer compartir vuestra experiencia!
ResponderEliminarEchaba en falta una nueva entrada, y ¡por fin! Ha merecido la pena la espera.
ResponderEliminarPreciosas fotos y delicioso el comentario.
Deleitanos con más frecuencia, por favor